La matanza de focas en Namibia

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A pesar de las protestas de la gente el gobierno namibio ha ido aumentando las cuotas desmesuradamente todos los años.

Las focas del Cabo están incluidas en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas. Esto significa que aún no están en peligro de extinción, pero su supervivencia depende de la conservación.

Puesto que la UE y Rusia han prohibido la importación de pieles de Canadá, la caza de focas en Namibia se ha convertido en la mayor masacre de la fauna en la Tierra.

Esta matanza tiene comienzo el 1 de julio de cada año, y durante los siguientes 139 días, 80.000 crías de entre doce días y doce meses de edad son salvajemente golpeadas hasta la muerte con el fin de comercializar su piel. Las pieles de estos mamíferos de menos de un año son las preferidas por los compradores dado que las pieles de los adultos son más ásperas y requieren procesos de curtiduría más caros. Su grasa y sus penes se exportan al mercado occidental como productos de lujo, dietéticos o afrodisíacos.

A diferencia de las focas canadienses, éstas tienen mucha mayor capacidad locomotora; su velocidad en carrera es similar a la de un ser humano, incluso en terrenos irregulares, por lo que tratan de escapar de sus asesinos. Éstos, al darles alcance, aplastan sus cráneos con palos en cuyos extremos llevan fijado un garfio.

Con el primer golpe, que no suele resultar mortal, las focas tratan de huir, y el cazador sigue golpeándolas hasta que están muertas o inconscientes. A continuación les apuñalan la garganta, momento en el que, las que aun están vivas, vomitan la leche materna.

La caza tiene lugar bajo circunstancias clandestinas para evitar que se haga pública y alarmar a los turistas, así que, cuando los cadáveres son amontonados en la parte trasera de los vehículos, las excavadoras limpian rápidamente la arena antes de que los visitantes extranjeros encuentren las playas teñidas de rojo.

Es frustrante saber que, a pesar de las protestas de la gente, el gobierno namibio ha ido aumentando las cuotas desmesuradamente todos los años. En 1993 el gobierno estableció una cuota del 31%, que aumentó a lo largo de los años hasta alcanzar, en 2006, la escalofriante cifra de 85.000 focas (79% de las crías).

¿Qué justificación puede existir para que el gobierno de Namibia aumente la cuota de 31% a 79% durante el periodo de trece años? Más todavía cuando, a causa del hambre, 300.000 focas perdieron la vida entre 1994 y el 2000.

Pues bien, su gobierno afirma que dicha medida es necesaria para proteger los intereses de la pesca. Se escuda en que las focas están acabando con los stocks de peces, y por ello su población ha de ser controlada. Y su esfuerzo en llevar a cabo este cometido ha sido más que notable; reduciendo la población de focas, que se encontraba por encima de los dos millones, a menos de 650.000.

Desde la independencia, el poder ejecutivo namibio aumentó su cosecha anual de pesca de 300.000 toneladas a 600.000 toneladas sin hacer ningún estudio de sostenibilidad. En ese momento, la colonia se situó en más de un millón y medio. Cualquier ávido pescador nos diría que, en aquel entonces, los peces eran abundantes en Namibia.

Sabiendo que el precio que pagan los turistas por visitar las colonias de focas es de doce dólares por persona, Namibia saldría mucho más beneficiada de un turismo que ayudaría a la conservación de esta especie.

Mucho más que no de una matanza que enriquece enormemente a un solo hombre mientras el país recibe una cantidad irrisoria, si se compara a los ingresos que obtiene este empresario sin valores aparentes cuya única motivación es la de amasar una fortuna a costa de la pobreza del pueblo namibio y la masacre de focas inocentes.