Abandonando el modelo del “divide y vencerás” por la cultura del “buen vivir” de los pueblos originarios. Hoy está en nuestras manos cultivarlo e introducirlo en nuestras modernas sociedades escasas en valores.
Divide y vencerás es una táctica de guerra usada desde tiempos remotos, concretamente se le atribuye al emperador Julio Cesar la famosa frase Dīvide et īmpera, la cual llevó a la práctica para mantener el Imperio Romano. Es la estrategia perfecta que permite mantenerse a los estados absolutistas donde se evita a toda costa que se hallen acuerdos entre las partes gobernadas pues cualquier tipo de concordia es una amenaza para ese poder absoluto. Por lo tanto se pone todo el empeño en que las partes nunca lleguen a acuerdos o alianzas sino que se enfrenten entre sí.
La realidad es dual, siempre tiene dos aspectos…, hombres y mujeres, blancos y negros, jóvenes y viejos, izquierdas y derechas. Esa eterna oposición aparente y en verdad complementaria es la base de la creación y la vida, donde aprendemos a convivir con lo diferente y esa diversidad nos hace más tolerantes y empáticos y por tanto nos enriquece. Sin embargo…, ¡qué fácil es someter a los contrarios cuando compiten y pelean entre sí!
Nos enfrentamos los hombres y las mujeres, los ricos y los pobres, progresistas y conservadores, blancos y negros, nacionalistas y centralistas. Por eso nos gusta tanto el fútbol, alegoría de la rivalidad. Mientras nos entretenemos en luchar con nuestro opuesto viendo al otro como amenaza, no vemos la raíz del problema, no nos damos cuenta de quién ni por qué se incita y promueve la competición, la división, la falta de amor.
Los pueblos nativos están tristemente en el punto de mira de las corporaciones extractivistas
En Brasil y para poner un ejemplo, existe un enfrentamiento histórico entre terratenientes y pueblos indígenas. Ahora el debate ya ha llegado de forma masiva a una opinión pública que se divide más y más. Se fomenta la imagen de que los pueblos indígenas se apoderan de territorios ricos e inmensos que pertenecen al estado y por tanto a todos los brasileños, de forma que el pueblo prejuzgue a los indios como una amenaza a su propio bienestar, olvidando por completo sus derechos ancestrales, naturales y humanos. Mientras de desarrolla toda esta confusión, la Amazonia está siendo deforestada y devastada y los nativos amenazados como nunca anteriormente.
Ya nadie duda que detrás de muchos gobiernos están las corporaciones extractivistas que en muchos casos desangran a la Madre Tierra, extrayendo de sus entrañas materiales y recursos que en muchos casos solo son necesarios para no detener la rueda del consumismo y despilfarro, base y requisito indispensable de la economía del eterno crecimiento. Y para todo ello parece carecer de importancia que no se respeten los derechos fundamentales, humanos o ambientales.
Los pueblos originarios que en la actualidad manejan grandes territorios están tristemente en el punto de mira de estas megaempresas, ávidas de apoderarse de esos recursos de máximo interés como agua, petróleo, minería, oro, biopiratería, ganadería, etc.
Durante mucho tiempo se ha fomentado una imagen distorsionada del indígena, como un personaje folclórico, perezoso, gorrón, dependiente, ingenuo como un niño, incapaz de cuidar de su propio territorio casi ni de su propia vida, con creencias supersticiosas, alguien a quien más bien se debiera ayudar, alfabetizar, instruir, evangelizar, integrar al mundo moderno y a un progreso del que no tiene la fortuna de disfrutar. Esta deformación de la realidad ha calado finalmente en una buena parte de la opinión pública, recordemos que los colonizadores decretaron que los nativos no poseían alma, lo que les sirvió para poder saquearlos y cometer un genocidio sin remordimiento.
¿Por qué aprender de los pueblos originarios?
Por simbiosis con la Madre Natura las naciones nativas han vivido en armonía con el entorno formando parte del entramado de la vida y no como los dueños de ésta desde milenios, algo que nuestras sociedades no han conseguido. Solamente por ese motivo hay que honrarlos y venerarlos como maestros. Gracias a esa estrecha relación y convivencia en bosques y selvas, poseen un conocimiento antiquísimo y riguroso sobre los principios activos en las plantas. Conservan una compleja y sagrada cosmovisión y una riquísima forma de entender los elementos, las fuerzas naturales que rigen nuestros destinos, las fuerzas de la vida y de la muerte y de Dios y cómo nos relacionamos con todo ello.
Gracias a esta relación y sabiduría, las sociedades indígenas guardan un secreto, un modelo de organización social que ha pasado desapercibido por el hombre-mujer modernos, el secreto del “buen vivir”. Algo tan sencillo como tomar de la Madre Tierra tan solo lo que se necesita, sin explotar a nada ni a nadie, realizar ofrendas y pagamentos, trabajar lo justo y ser feliz. Vida simple y comunitaria, calidad de vida, inocencia, economía circular y colaborativa, prosperidad y alegría real. Se cultivan las relaciones armónicas, familiares y afectivas con los otros, con los animales, con cada árbol, con cada planta. Este modelo centrado en el “ser” contrasta enormemente con el diseño de vida moderna de las sociedades “civilizadas” y de religiones antropocéntricas que consideran al ser humano como el centro y cúspide de la creación y que por tanto puede y debe “poseer” a cuanto le rodea para su uso y disfrute. Para mantener ese disfrute debemos competir y arrasar lo que se nos ponga en medio. Casi todos los pueblos nativos comparten la práctica del “buen vivir” y casi todas las sociedades desarrolladas la han olvidado.
Poca gente sabe que ya existía la democracia y una organización social sofisticada en los pueblos nativos americanos, como la Confederación Iroquesa y un modelo y trama social comunitaria y sin estado.
Los últimos pueblos indígenas del planeta guardan como un tesoro vivo la práctica ancestral del “buen vivir” y está en la mano de todos no solamente otorgarle el debido respeto y valor para que no desaparezca, sino también cultivarlo e introducirlo en nuestras modernas sociedades escasas en valores.
Un llamado apremiante
Se hace cada vez más evidente que si queremos parar la inercia destructiva en la que nos hallamos inmersos tenemos que estar más unidos en la diversidad. Más allá de la batalla por las diferencias que solo beneficia a quienes pretenden manejarnos, podemos aliarnos frente a la injusticia. Mientras vivimos distraídos peleando todos con todos, los poderes están saqueando a la Madre Tierra, manejando los hilos de nuestra política, de nuestra economía y también de nuestras vidas.
Se hace cada vez más ineludible que nos unamos por un mundo que honre a los pueblos originarios y que las leyes protejan sus derechos, que reconozcamos los Derechos de la Naturaleza, que se respete la vida de los animales, donde los empresarios comprendan que no pueden seguir explotando ecosistemas frágiles y que el planeta es finito, que la Madre Tierra nos sostiene amorosamente pero que también puede destruirnos de la misma manera si es necesario.
Puede usted visitar la página oficial de los «Derechos de la Naturaleza», AQUÍ.
Entre todos podemos buscar soluciones.
En este momento de la historia y si reflexionamos solo un instante podemos tomar conciencia de que algo enorme debe cambiar. Las creencias, la forma de ver el mundo y de vernos a nosotros mismos, está creando un desastre sin precedentes. Cambiar esta visión por una más amable, más empática, reconocer con humildad los errores de esta construcción común llamada civilización. Hoy toca mirar a nuestros orígenes, escuchar a nuestros ancestros vivos para recuperar la cordura.
Juntos podemos innovar, inspirar, presionar… Que se extraigan los recursos a partir de las materias primas que hemos generado como basura durante decenios, que escojamos las energías limpias, que demos el salto al veganismo y la no explotación de los animales, que dejemos de alimentar con nuestro consumo a la voraz medusa que nos arrastra al precipicio, que financiemos con un consumo responsable todo aquello que fortalece la vida y no lo que la debilita y destruye, que creamos en que los pueblos y las personas puedan unirse y complementarse en sus diferencias.
Vamos a llegar a acuerdos, vamos a buscar soluciones, buscar lazos de amistad, vamos a dejarnos de controversias, de enfrentamientos, de odios, de guerras. Hoy podemos y queremos unirnos hermanos y hermanas en una única esperanza común llamada Vida.
Alicia Pakareu Red Ibérica del Pacto Mundial Consciente